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Nacho Vegas y sus incondicionales

 

En la segunda semana del Festival Acròbates, un público mayoritariamente en sus treinta se reunió en la Sala Salamandra para escuchar en directo el nuevo álbum de Nacho Vegas. Empezó el concierto con la bailable y crítica Libertariana song, para seguir nadando “igual que un pez en un mar de mediocridad” en Nuevos planes, idénticas estrategias, y acompañarse de un acordeón para Razapa de San Antolín.

 

Pocas manos estaban vacías. La cerveza quizás era una obligación, y parecía que la gente iba entrando en calor, y así lo demostró en Perplejidad, en la que el ciclista que pasaba se convirtió en un hipster. Allí el público respondió con la misma fuerza con la que anunció cuál era su única misión de esa noche (“¡matar vampiros!”) en la irónica Ciudad vampira.

 

Vegas, con su mirada perdida y sus manos agarradas al pedestal cuando no tenía un instrumento entre sus manos, hacía un recorrido por las canciones incluidas en Resituación, mientras regalaba piezas de álbumes anteriores. Todos juntos, cervezas en alto y como dignos taberneros, le cantamos a la ruptura, uno de los mejores momentos de la velada. Eso fue después de disfrutar de Actores poco memorables, canción que mejora, y mucho, en directo.

 

Política. Nacho Vegas hace crítica política metafórica y literalmente, con letras que cogen altura al ser interpretadas en directo: la llamada a la insurrección (“nos quieren en soledad, nos tendrán en común”) en Runrún, la utópica e himno del 15-M Cómo hacer crac, o el ultimátum penetrante Polvorado, con un inicio a capela a cargo de Nacho y toda su banda.

 

Hubo sorpresa. Invitó a subir al escenario a la risueña Lorena Álvarez, que interpretó su música popular actualizada, y que no sabemos exactamente cómo dejó al público. Y La Gran Broma Final parecía un buen desenlace para el concierto, pero Vegas volvió solo en el escenario para hablarnos del sentimiento de soledad en la triste Luz de agosto en Gijón, mientras poco a poco la banda se le iba uniendo. Sus letras inspiraban risas cómplices, abrazos, besos…gestos de humanidad que consigue un concierto de Nacho Vegas. Pero había que ir acabando, aunque al público le daba igual quedarse una hora más, y lo demostró sacando su voz en El hombre que casi conoció a Michi Panero, en la que Nacho sacó su megáfono. Y no todos estuvieron contentos con la elección de El mercado de Sonora para acabar el concierto, pero sea como sea, ese final de guitarras nos dejó un buen sabor de boca.

 

Según un estudio realizado ayer por la noche, en un concierto de Nacho Vegas puedes dividir el público en dos grupos: aquellos que hacen varios viajes a por cerveza, y que cantan sus canciones a pleno pulmón y las bailan con ganas; y por otro lado los que cierran los ojos y vocalizan las letras para dejarse llevar. Admiradores de su lírica, de sus melodías o de su voz. Pero todos, admiradores. Todos, incondicionales de Nacho Vegas.

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