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Los mundos de James Vincent McMorrow

El artista irlandés trae su folk, su voz y sus sonidos electrónicos a la Sala Apolo

 

Primero fue el turno de I have a Tribe, el telonero. Más de uno se preguntó si ya había empezado James Vincent, por su parecido físico y musical. Y pudimos disfrutar de una bonita y tímida voz para ir abriendo boca.

 

McMorrow y su banda llegaron al escenario unos minutos más tarde de las nueve de la noche. Un escenario con un decorado muy acorde con el concierto que íbamos a ver: pirámides luminosas repartidas por el escenario y un gran círculo a modo de pantalla también con varias formas piramidales. Escenario hipster para un público con mucha barba (no me he podido resistir).

 

Con una elegante y distinguida vestimenta, el cantante muestra su naturalidad al entrar y empezar con The Lakes, que pertenece a su último disco Post Tropical, con el que ha experimentado con multitud de sonidos electrónicos. Todos queríamos escucharle y el silencio del público era casi sepulcral [casi: me refiero a esos molestos zumbidos de conversaciones insulsas]. Con Glacier y Red Dust, percusión digital incluida, disfrutamos de las diferentes formas que tiene para potenciar su característico falsete. Esos gritos, desgarradamente magníficos, que el público agradece sin esconderse.

 

Los músicos le dejan solo en el escenario. Él en el teclado, una sola luz trasera, mientras pide y suplica (vocalmente) Higher love. No nos deja ninguna razón para dudar de su don, y justo después explica que sus dotes en el piano son recientes, que él es cantante, que ha venido a cantar y eso había sido un plus. Esa sinceridad y verle por primera vez sonreír (había tardado) convence al público. La canción había iniciado la parte más folk del concierto con temas de su primer álbum, como Breaking hearts, con guitarra acústica en mano, o This old dark machine, que sorprendió por su versión uptempo en la que McMorrow sacaba su voz más rock.

 

Su falsete no decepcionaba y siguió con Post tropical y esa luz que nos dejaba ver la vibración de sus cuerdas vocales cuando alargaba las notas. Y es cuando entra la percusión que nos acordamos del motivo por el cual es necesario ir a conciertos: ese vibrante sonido solo es posible en directo. En sus discos, él representa el "Do It Yourself" llevado al extremo, pero los tres acompañantes que lleva le hacen el trabajo con mucha nota, con especial mención a los coros.

 

Momento álgido con Look out. Las notas que McMorrow toca con el teclado se sincronizan con el mapping en la pantalla circular. Nos muestra un universo y hacemos un intenso viaje sideral. Acaba la canción y la Sala Apolo está, ahora sí, en silencio absoluto. Lo ha conseguido.

 

From the woods también es presentada con una versión renovada. Cambio de guitarras para empezar la parte final country, pero llevándola a un rock con luces y formas psicodélicas proyectadas que nos transportaron a un concierto de Crystal Fighters por un momento. Juego de sombras, nebulosas, humo, calor solar que nos va adentrando a diferentes mundos. Los mundos de James Vincent McMorrow.

 

Llega We don’t eat, uno de los temas preferidos del público. La gente canta la canción pero en forma de susurro, haciéndola aun más especial. En la última parte, McMorrow coge las baquetas y con una potente percusión y un baile enérgico nos brinda uno de los mejores momentos de la noche. Sin bajar el nivel, sigue con Gold y su toque ochentero que la convierte en una obra maestra.

 

También hicimos el amor con él. Sí. La sensual melodía de Cavalier, el toque Frank Ocean, su voz, la iluminación rosa y roja y su voz (otra vez) nos lleva hasta el éxtasis final en el que nos repite (con palabras y su lenguaje corporal) que recuerda su primer amor. Y cual amante que desaparece por la mañana, él desaparece del escenario.

 

Poco tardó en volver a aparecer después de unos largos aplausos. Destacó el hecho de poder estar en Barcelona por primera vez, una de sus ciudades favoritas. Y agradeció a las personas que lo habían hecho posible: público y Cooncert. Introducción a una actuación unplugged de guitarra y voz que llenó cada rincón de la sala. Y los falsetes volvieron para introducir When I leave you, uno de los temas de la versión deluxe de Post Tropical, con un ritmo in crescendo convirtiéndolo en un temazo que hizo bailar a más de uno.

 

La innegable ternura y el sentimiento de McMorrow que mostró durante toda la noche culminó con If I had a boat. Canción que cerraba un concierto mágico, íntimo, con una trabajada puesto en escena, colores, proyecciones abstractas, y su voz. Todos nos fuimos a dormir con su voz.

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