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Ed Sheeran, máximo representante del “Play it Yourself”

El artista británico trae su show en solitario —literal— a Barcelona

 

La larga cola que llevaba al Club Sant Jordi mostraba la capacidad de convocatoria que Ed Sheeran tiene, con un sold-out desde hacía semanas. Adolescentes, mayoritariamente chicas, padres a quien les había tocado acompañar a sus hijos y, como no, parejas. Gran parte de esa gente se perdió a los teloneros Jamie Lawson y Saint Raymond, y temía perderse a Ed.

 

Casi con puntualidad inglesa, Sheeran aparecía solo en el escenario para interpretar I’m a mess. Él, su guitarra —como extensión de su cuerpo— y su inseparable loop station. Él se lo guisa y nosotros lo comemos. Ed Sheeran no trae banda, solo esta herramienta con la que va creando el ritmo, los coros y la melodía de todas y cada una de las canciones que interpreta. Y así lo íbamos viendo en los siguiente temas, como la conocida Lego House, de su etapa más pop, o Don’t  y Take it back, con ese aire r&b/hip-hop y el rap melódico que le caracterizan. La percusión a la guitarra contagiaba energía, como lo hizo en Drunk, con una versión uptempo que recordaba a alguno de los últimos éxitos de Coldplay.

 

Magnífica y emotiva interpretación del medley de One y Photograph. Momento para grabar con el móvil, besarse —si tenías suerte— o cerrar los ojos para escuchar en silencio como alguien te pide “wait for me to come home”. Pero la interpretación de Bloodstream acabó con esa calma, por la potente energía que demostró Ed Sheeran y por la locura en la realización, con un montaje muy picado y unos zooms al estilo Valerio Lazarov.

 

La iluminación era sencilla, pero efectiva, creando la atmósfera oportuna en cada canción, y la sombra de Ed fue presente en las paredes durante todo el concierto. Hasta seis pantallas había en el escenario, donde se podían ver imágenes del directo —vimos a Ed multiplicado por siete en Tenerife Sea— y imágenes pregrabadas para ambientar la canción. Eso sí, los filtros básicos de photoshop y algunos efectos (como las estrellitas) dejaron bastante que desear.

 

Después de Runaway, con un homenaje final a Backstreet Boys, demostró su capacidad de rapear a gran velocidad en U.N.I, dejando claro que no tiene nada que envidiar a Amy Heidemann o Busta Rhymes. En muchos momentos los altos decibelios de los gritos femeninos adolescentes nos transportaban a un concierto de One Direction. Sus caídas de ojos revolucionaba al público. Pero él se aleja de todos los estereotipos de popstar e ídolo juvenil, pero gusta a las masas. Ed Sheeran es el yerno que todas las madres quieren, y es que hasta sus tatuajes —factor que normalmente asusta a muchas suegras— son de colores, con huellas de perro y puzzles incluidos.

 

Los vídeos y notas de voz con los móviles se acentuaron cuando fue el turno de su último single, Thinking out loud, con guitarra eléctrica, y I see fire, perteneciente a la banda sonora de la segunda entrega de El Hobbit. Pero echábamos en falta algunos éxitos de su álbum debut, y por fin llegó The A team, para recordarnos su habilidad al componer. Y nos hizo cantar. Quería que le acompañásemos en Give me love, y así lo hicimos, respetando el magnífico crescendo de la canción. Y es que Ed Sheeran es un apasionado de la música, y disfrutaba dirigiendo su coro particular (el público), atreviéndose hasta a pedir segundas voces.

 

Después del falso final protocolario, la ruidosa multitud pedía que volviese. Y volvió con una intro de beatbox para presentar You need me, I don’t need you. Sheeran, con una entrega completa, sin perder la sonrisa ni la energía, tímido pero cercano, ofreciendo espectáculo. Se lo estaba pasando muy bien encima del escenario, y eso se transmite. Era su primera vez “in Catalonia” (¿se habrá informado de la situación política?) y antes de irse repitió lo apasionado que había sido el público. Siempre tienes la duda de si los artistas lo dicen por cumplir, pero ¿quién no se cree al tierno de Ed Sheeran?

 

Durante todo el concierto habíamos podido disfrutar de sus temas pop más acústicos y del sonido r&b por el que ha optado en su segundo álbum, con Sing como máximo representante. Y ese fue el broche de oro. El tema, producido por Pharrell y con toques Timberlake, cerraba el concierto con un público totalmente entregado, cantando el característico “uoh” del tema, mientras él desaparecía del escenario, dejándonos con “la canción en la boca”, en un final diferente pero exquisito.

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